Uno de estos días nada estará, uno de estos días no estaremos.
Uno de estos días todo se habrá ido, uno de estos días todos se habrán ido.
Quedará sólo el recuerdo entonces,
el recuerdo y nada más.
Después, el recuerdo será olvidado y pasaremos más allá del borde de la vida.
Uno de esos días no estuviste, uno de esos días no estuvimos.
Uno de esos días hubo dolor y llanto.
Uno de esos días te recordaba, pueril y taciturno; inquieto y deseando que todo desapareciera, que desaparecieras.
Uno de esos días temblaba bajo un cielo extraño, acompañado de voces extrañas y hambre de redención.
Y llegó la ira, el rencor, la desconfianza, el desasosiego, el respirar pesado y ruidoso que retumba en la habitación vacía, en mis habitaciones vacías.
Vacío, vacío, vacío.
La inmensidad de las cosas y lo efímero de las mismas,
y,
dentro de todas ellas,
estos recuerdos que se vuelven recurrentes.
Estos sentires que se vuelven recurrentes.
Esta imagen, estas palabras.
Esta imagen tuya, estas palabras tuyas que no sé si algún día volverán.
Uno de estos días, no estarás, y cuando no estés
y cuando no estés
y cuando no estés
la vida seguirá,
y mi vida seguirá.
Cerraré los ojos y dormiré cansado. Tendré hambre y engulliré. Tendré frío en estas noches de noviembre.
Pero no estarás,
y la vida seguirá,
y mi vida seguirá.
Pero mi vida, una parte de mi vida muere y respira tu vida.
Pero mi vida, esta parte de mi vida ahora muere y respira por tu vida.