domingo, 24 de abril de 2011

borrador 1

No era un río muy grande, mi prima decía que antes estaba más bonito, pero que desde que pusieron un dique el agua se estancaba demasiado y se acumulaba mucho el fango y el lama. Quizá ya no nos llamaba tanto la atención ir al río y meterse en las pocitas, tampoco ir a la alberca de la Señora no-se-cómo-se-llama y pasar ahí la tarde, o recoger ranas en una cubeta, "ya no es tan divertido como cuando eran niños" dijo mi papá.
El chivo estaba a la mitad del arroyo, bastante inflado ya, desde el primer día que pasamos por el río para ir a la alberca lo vimos. Esa vez el tenis se me cayó en la corriente y me metí hasta la cintura para sacarlo. El segundo día fuimos a caminar por el río a ver que encontrábamos, de regreso le empezamos a echar piedras al chivo muerto, al principio no teníamos muchas piedras y además, no le atinábamos al chivo, luego quitamos piedras de una barda "pobre señor, cuánto se habrá tardado en construir esa barda con piedras" decía mi prima, pero también ella termino aventándole piedras de la barda al chivo.
No recuerdo bien quién fue la primera en darle, creo que Raquel, se escuchó como un tambor, mi prima y Raquel gritaron con asco, pero seguimos aventándole piedras.
Cuando nos fuimos Raquel decía algo de que qué asco, y mi prima no podía olvidar el sonido hueco del chivo.

viernes, 15 de abril de 2011

sin titulo 8

Los acciones ya no son seguras, los pensamientos ya no son seguros, los sentimientos... no, esos sí son seguros. Lo que en verdad es incierto... es lo que queda de humanidad en mí.

lunes, 11 de abril de 2011

hermanos

Mi hermana Montse tenía 11 años y se la pasaba todo el día molestándome, agarraba mis cosas, se metía a mi cuarto y se ponía a jugar con mi ropa , andaba tras de mí viendo que hacía y cuando mis amigos venían a la casa se la pasaba todo el tiempo queriendo meterse en nuestras pláticas. Le dije a mi mamá que la regañara o algo, pero ella me decía que no exagerara, que sólo quería estar conmigo un rato. En verdad que me tenía harta, por suerte que Félix, mi otro hermanito tenía apenas 5 años y lo podía controlar.
Una vez, íbamos subiendo las escaleras y ella empezó a preguntar que si Alex y yo andábamos, le dije que qué le importaba, que dejara de molestar, pero se puso a gritar como loca "¡¡Uuuuuuu!! ¡¡Tú y Alex andan, tú y Alex andan!!!, no sé porqué lo hice, pero le di una cachetada, no muy fuerte hasta eso, pero suficiente para que se callara y se fuera corriendo y llorando a su cuarto. Para la hora de la cena traía un moretón enorme en la mejilla, cuando mis papás le preguntaron cómo se lo había hecho, ella no respondió, pero me miró de reojo, se me armó la gorda, me castigaron una semana sin salir.
El moretón le duró mucho, demasiado, además que se le hizo enorme, me sentí un poco culpable, pero estaba enojada porque por su culpa me habían castigado.
Pocas semanas después le dio fiebre, mi mamá quería llevarla al doctor, pero mi papá dijo que esperáramos a que se le pasara y luego veíamos que hacer. La fiebre se le pasó después de un rato, pero desde entonces estaba cada vez más pálida, de hecho, casi ni me molestaba ya, lo cual era bastante bueno para mí
Todo cambió el día en que empezó a convulsionar y sangrar por la nariz, estuvimos una semana en el hospital, mi hermanito se había quedado con mi tía y nosotros nos turnábamos para cuidarla, sabía que las cosas no iban bien, le hicieron demasiados exámenes, mis papás no hablaban casi, pero cuando el doctor dio el resultado de las pruebas fue demasiado, las palabras leucemia, fase terminal, pocos días, sufre demasiado, no hay nada que hacer, se combinaban en mi cabeza junto con las imágenes de nosotras dos de pequeñas jugando a las muñecas, escuchando en la panza de mamá a Félix, cargándolo cuando nació, nuestros correteos por el jardín y luego recordé cómo le gritaba que me dejara en paz, la cachetada que le di, sus lagrimas, las convulsiones y la sangre por la nariz.
Fui a su cama a verla, apretaba con su pequeña mano la mía, no decía nada, sólo sonreía, y así murió, sonriendo y soltándome poco a poco la mano.
Cuando regresamos a casa, mamá sólo lloraba, papá se encerró en el cuarto, Félix llegó con mi tía, ella lloraba y él estaba asustado, me arrodillé y lo abracé.
-¿Qué pasa hermanita?, ¿Porqué están todos tristes?, ¿Y Montse?, ¿Dónde está Montse? ¡¡¡¡Montseee!!!!
Empezó a recorrer toda la casa buscándola y llamándola, yo seguía en el mismo lugar, arrodillada y llorando.
-¿Y montse?- preguntó suavecito- ¿Porqué no regresó Montse?


Encuentros.

-Estoy viejo, pero se apreciar a una mujer bella, aún cuando su rostro esté surcado de arrugas y los años se vean en su andar.
Eso le dijo el hombre que cruzó la habitación para sentarse a su lado.
-Pero no la había visto aquí, digo, no es un lugar muy grande, pero sería difícil no haberla visto.
Ella se encogió de hombros.
-Espero a mis hijos, deben estar por llegar- le respondió.
-Oh... ojalá yo pudiera esperar a los míos, pero murieron, junto con mi esposa hace varios años en un accidente- la miró- pero ya no siento dolor, la vida sigue, y nosotros somos jóvenes, ¿No?- preguntó sonriendo.
Ella le devolvió la sonrisa, era unhombre alto y delgado, de facciones finas y pequeños ojos pacíficos. Tenía algo que la hacía dejar de sentirse sola. Le calculó unos 60 años.
-¿Cómo se llama "joven"?- preguntó ella.
-Lemuel, ¿y usted? "señora"- respondió.
-"Señorita" por favor- bromeó- Sofía, me llamo Sofía.
Los ancianos deambulaban por la habitación, algunos veían TV, otros leían o veían por la ventana.
-Bonito nombre, ¿A qué hora llegarán sus hijos por usted?- preguntó él.
-En realidad no lo sé, llevo esperando aquí varias horas.
-Me veo en la obligación de acompañarla entonces.
-Qué enorme sacrificio, tendré que aceptar.
-C'est la vie mon amie- le volvió a sonreír él.
Se veían algunas personas poniendo la mesa a través de la puerta entreabierta que daba al comedor.
-¿Y cuánto tiempo lleva aquí, Lemuel?- preguntó ella.
Él miró a lo lejos, como intentando sacar sus recuerdos de entre una montón de otros enterrados en el polvo y guardados en cajas viejas.
-Realmente... No recuerdo bien ya... Mucho tiempo, o quizá poco, es extraño, no había pensado cuánto tiempo llevaba aquí- frunció el ceño- y usted Sofía, ¿Cuánto hace que está aquí?
-Desde... que mis hijos me trajeron, y tampoco recuerdo cuánto hace que fue.
Permanecieron en silencio
-¿Y a quién espera Sofía?-le preguntó él.
-A mis hijos, deben estar por llegar.
-Me gustaría que mis hijos vivieran, verá, murieron en un accidente con mi esposa hace varios años, pero ya no sufro, la vida debe seguir, ¿No lo cree?
-Así es, pero disculpe, ¿Cuál es su nombre?
-Qué distraído soy, Lemuel, me llamo Lemuel- hizo una pequeña reverencia.
-Es un nombre muy bonito.
Un hombre vestido de blanco puso un disco de vinilo en un viejo gramófono de al fondo, una vieja melodía de Carlos Gardel surgió crepitando.
-¿Baila?- le ofreció su mano- no se bailar tangos, pero qué importa.
Ella rió.
-Está bien, bailemos, aunque mis hijos deben estar por llegar- le advirtió.
-No importa, a nadie le hace daño bailar un poco.

Recargados en la pared, otros dos hombres de blanco miraban la escena, cruzados de brazos y recargados en la pared.
-Mira, ahí están esos dos de nuevo, todos los días esos dos tórtolos. Qué triste ser viejo y enfermo ¿No crees?
-Si...

Y así, abrazados, por una cabeza,todas las locuras, tan sólo siguiendo el ritmo de la música, Su boca que besa, sintieron que sus viejos huesos ya no eran tan viejos, Por una cabeza, y que sus pies ya no eran tan pesados, borra la tristeza, calma la amargura, ni sus pieles tan arrugadas. Eran felices, felices, si ella me olvida, qué importa perderme mil veces la vida, para qué vivir.


-Perdone, ¿Cuál es su nombre?








domingo, 10 de abril de 2011

La locura

El lobo perseguía con una inusual ferocidad al niño, era obvio que no iba a escapar, nadie lo podía hacer a campo abierto y tan sólo corriendo. Para cuando lo encontraron era más un montón de carne y sangre que un niño en sí. Esa fue la primera víctima de los azotes que el lobo causó a esa pequeña aldea en los bosques de Francia.
La gente decía que no era un lobo normal, que no solían tan agresivos y salvajes, menos aún que cazaran hombres, aseguraban que tenía "La locura", esa enfermedad que le da a los perros y lobos y que los vuelve extremadamente impulsivos y sanguinarios. Los ataques siguieron, cada uno mas horrible que el anterior, pero la gente no se fue de la aldea, pensaban que era cosa de esperar a que muriera por la enfermedad y que todo volvería a la normalidad. Debieron haberse ido.
En una ocasión, un hombre pudo sobrevivir, una cosa de suerte, decía él, se había caído por un matorral antes que el lobo lo pudiera asesinar, no antes de perder un ojo y recibir varias mordidas, sin embargo, vivía. A los pocos días comenzó a mostrar los síntomas de "La locura", era agresivo y apático con todos, deliraba con lobos persiguiéndolo, no toleraba el agua. Todos sabían cómo iba a terminar, lo amarraron en su casa antes de que lastimara a alguien, no tenía familia, así que por varios días sobrevivió a base de caridad de vecinos que le llevaban un poco de comida, pero por su agresividad y peligrosidad en aumento, sumándole la exigencia de carne cruda, estas muestras rápidamente cesaron hasta extinguirse.
Aún así, el hombre no moría, pasaron casi 2 semanas en que todas las noches el hombre gritaba como poseído por una horda de demonios, la gente no se acercaba a su choza y sólo esperaban para enterrarlo.
Por fin una noche cesaron los gritos, y los aldeanos entraron en su choza para cumplir su cometido, pero ahí no había ningún cuerpo, sólo pedazos de ropa desparramados por todas partes, junto con huellas, huellas de lobo.
Y así fue como la pesadilla comenzó para esa pequeña aldea y uno a uno fueron encontrando la misma muerte, perseguidos en el bosque por 2 lobos, y con la misma visión, el lobo con sólo un ojo desgarrándoles el cuello.
Ahora la aldea esta vacía, pero ya nadie recuerda su existencia, ni siquiera su nombre, porque ninguna persona se acerca a ese bosque, que ahora recibe varios nombres, el bosque oscuro, el bosque maldito, y más comúnmente, el bosque de los lobos-demonio.

lunes, 4 de abril de 2011

feedback

Es en estos momentos cuando recuerdo tu calor, los pequeños ojos que sonreían más que tus labios, el aterciopelado tacto de tu pelo, el olor que exudabas y que aprendí de memoria, la desesperación que me hacías sentir. El dolor insoportable de tenerte y saber que no podía, dejar en tus manos todas mis esperanzas y decisiones, y no saber que pasaría después, siempre que no me dejaras.
Es ahora que extraño esa pasión explosiva que guardabas en lo profundo de ti, quedar tumbado de espaldas con tu cuerpo sobre el mío, respirando agitados, buscando con los labios, estrujando con las manos el cuerpo ajeno y deseado, dejar escurrir los secretos y máscaras de amigos por la colcha de la cama.
Es por eso que odio siempre volver a ti, pero irremediablemente tomo los retornos que salen de tu ciudad, busco lo tuyo en alguien más, ¿Me buscarás a mí en alguien? Pregunta que a veces me persigue, que provoca a los demonios de mi abismo.
Y es así que mientras la besaba a ella, mientras enredaba mi mano en sus cabellos, mordía su labio y sentía la punta de su lengua en la mía no podía dejar de pensar que era pura sugestión, que no eras tú a quien pensaba e imaginaba mientras la besaba, mientras enredaba mi mano en sus cabellos, mientras mordía su labio, mientras sentía la punta de su lengua en la mía...

caer

Y es el viejo vicio, volver a probar unos labios, sentir la suavidad, las búsqueda ansiosa. Y justo cómo la vez pasada, lo rápido que vino, lo rápido que se fue. Y cómo todas esas anteriores y transitorias veces, secretamente sigo buscando el sentir que me dejó, qué gran hija de puta...

sábado, 2 de abril de 2011

Aneurismas

Había recargado mi cabeza en su pecho. Aún recuerdo su aroma, su respiración acompasada y suave, el calor de su piel. Veíamos una película en mi casa, pero no le prestábamos atención.
Recuerdo que me acariciaba la mejilla mientras le hablaba de cómo Daniela había terminado con su novio, él río cuando le conté cómo le gritó y lo pateó enfrente de todos en la oficina.
-Es que esa Daniela tiene un genio... pero creo que no debió haber sido tan mala con el pobre Jorge, ya ves cómo es de sensible- le dije.
-Sí, es como un gatito.
-¿Porqué un gatito?
-Y bueno... los gatitos se me hacen sensibles, ¿A ti no?- dijo como si fuera lo mas obvio del mundo.
-No, me dan mala saña, ya ves que dicen que son malignos y así.
-Jaja, no lo creo, es sólo que son listos, no son estúpidos y falderos como los perros- me sonrió- si me dieran a escoger, definitivamente sería un gatito y no un perro.
-Pero qué dices, los perros son mucho mejores, al menos ellos no sacan la tierra de las macetas para cagar.
-No, no la sacan para cagar, la sacan por gusto, ya te dije lo estúpidos que son.
Le saqué la lengua y me crucé de brazos fingiendo indignación, el sólo río y me abrazó fuerte
-Además, si fuera un gatito, podría trepar todas las noches hasta el alféizar de tu ventana y observarte mientras duermes.
-Qué gato tan pervertido- le murmuré mientras le besaba el cuello.
-Bueno no - replicó besándome la frente- mejor la dejamos así, ya me empezó a doler la cabeza. ¿No tienes una pastilla o algo asi?
-Espera voy a la cocina.
Agarré una caja de aspirinas y le llené un vaso de agua, cuando volví a su lado me recorrió un extraño escalofrío.
-Te ves pálido- observé.
-¿Sí? Creo que me esta dando migraña, gracias- susurró tomando las pastillas y el agua- mejor me duermo un rato.
-Ven aquí- le ofrecí mis brazos- duérmete mientras termino de ver la película.
Se acomodó en mi regazo y cerró los ojos. Terminé ver la película mientras le hacía piojito.
-Te amo- le solté quedito- cuando termine la peli te hago un té o algo.
Sólo articuló un débil gruñido. Después de un rato me empezó a doler la espalda.
-Espera, déjame me acomodo bien- le pedí.
No respondió, "quizá ya se durmió, este hombre parece guajolote, apenas se acomoda y ahí cae"
-Te voy a mover eh, nada más no digas que no te avisé.
No respondió, tampoco respondió cuando terminó la película y le dije que le iba a hacer el té, ni cuando lo llamé desde la cocina diciéndole que ya estaba listo, ni cuando me le acerqué y le sacudí el hombro para que despertara, ni cuando le dije que no era divertido y que dejara de fingir, ni cuando le gritaba a la operadora en el teléfono que necesitaba ayuda. No respondió.