-Estoy viejo, pero se apreciar a una mujer bella, aún cuando su rostro esté surcado de arrugas y los años se vean en su andar.
Eso le dijo el hombre que cruzó la habitación para sentarse a su lado.
-Pero no la había visto aquí, digo, no es un lugar muy grande, pero sería difícil no haberla visto.
Ella se encogió de hombros.
-Espero a mis hijos, deben estar por llegar- le respondió.
-Oh... ojalá yo pudiera esperar a los míos, pero murieron, junto con mi esposa hace varios años en un accidente- la miró- pero ya no siento dolor, la vida sigue, y nosotros somos jóvenes, ¿No?- preguntó sonriendo.
Ella le devolvió la sonrisa, era unhombre alto y delgado, de facciones finas y pequeños ojos pacíficos. Tenía algo que la hacía dejar de sentirse sola. Le calculó unos 60 años.
-¿Cómo se llama "joven"?- preguntó ella.
-Lemuel, ¿y usted? "señora"- respondió.
-"Señorita" por favor- bromeó- Sofía, me llamo Sofía.
Los ancianos deambulaban por la habitación, algunos veían TV, otros leían o veían por la ventana.
-Bonito nombre, ¿A qué hora llegarán sus hijos por usted?- preguntó él.
-En realidad no lo sé, llevo esperando aquí varias horas.
-Me veo en la obligación de acompañarla entonces.
-Qué enorme sacrificio, tendré que aceptar.
-C'est la vie mon amie- le volvió a sonreír él.
Se veían algunas personas poniendo la mesa a través de la puerta entreabierta que daba al comedor.
-¿Y cuánto tiempo lleva aquí, Lemuel?- preguntó ella.
Él miró a lo lejos, como intentando sacar sus recuerdos de entre una montón de otros enterrados en el polvo y guardados en cajas viejas.
-Realmente... No recuerdo bien ya... Mucho tiempo, o quizá poco, es extraño, no había pensado cuánto tiempo llevaba aquí- frunció el ceño- y usted Sofía, ¿Cuánto hace que está aquí?
-Desde... que mis hijos me trajeron, y tampoco recuerdo cuánto hace que fue.
Permanecieron en silencio
-¿Y a quién espera Sofía?-le preguntó él.
-A mis hijos, deben estar por llegar.
-Me gustaría que mis hijos vivieran, verá, murieron en un accidente con mi esposa hace varios años, pero ya no sufro, la vida debe seguir, ¿No lo cree?
-Así es, pero disculpe, ¿Cuál es su nombre?
-Qué distraído soy, Lemuel, me llamo Lemuel- hizo una pequeña reverencia.
-Es un nombre muy bonito.
Un hombre vestido de blanco puso un disco de vinilo en un viejo gramófono de al fondo, una vieja melodía de Carlos Gardel surgió crepitando.
-¿Baila?- le ofreció su mano- no se bailar tangos, pero qué importa.
Ella rió.
-Está bien, bailemos, aunque mis hijos deben estar por llegar- le advirtió.
-No importa, a nadie le hace daño bailar un poco.
Recargados en la pared, otros dos hombres de blanco miraban la escena, cruzados de brazos y recargados en la pared.
-Mira, ahí están esos dos de nuevo, todos los días esos dos tórtolos. Qué triste ser viejo y enfermo ¿No crees?
-Si...
Y así, abrazados, por una cabeza,todas las locuras, tan sólo siguiendo el ritmo de la música, Su boca que besa, sintieron que sus viejos huesos ya no eran tan viejos, Por una cabeza, y que sus pies ya no eran tan pesados, borra la tristeza, calma la amargura, ni sus pieles tan arrugadas. Eran felices, felices, si ella me olvida, qué importa perderme mil veces la vida, para qué vivir.
-Perdone, ¿Cuál es su nombre?