lunes, 20 de junio de 2011

Los umbrales

Demasiado ansioso para dormir, pero demasiado cansado para estar despierto - Trainspotting.

Necesitaba una dosis, su cuerpo lo pedía. Se había comido todas las uñas, incluyendo las de los pies. No podía soportarlo. Realmente necesitaba una dosis...
Kail se levantó sudando del pedazo de hule que usaba para dormir, las paredes llenas de grafitti, manchas de orina y vómito tardaron un rato en dejar de dar vueltas. Salió de la habitación del cuarto piso en que vivía y mientras bajaba por unas escaleras llenas de basura y botellas tropezó con una chica que estaba tirada entre su vómito, en su rostro se dibujaba la sonrisa de los que están en el viaje de la heroína. Se agachó para revisar si la jeringa tirada a su lado aun tenía algo. Nada; vacía. Maldita perra, pensó mientras la pateaba escaleras abajo sintiendo asco, sabiendo que ese asco era el de verse reflejado en ella. Cruzó la puerta del edificio donde vivía y salió a la calle.
Salir al frío no le hizo nada bien, casi sintió como si las ráfagas de viento le golpearan directo al cerebro. La nieve en las calles de Inglaterra se amontonaba sucia sobre las descuidadas banquetas del barrio de Stockwell. Avanzar le era difícil y la nieve se me metía en los zapatos. Llegar al bar de Darren, el Ragnarock se volvía un suplicio a cada paso, pero el ver las luces del anuncio de neón que parpadeaban bajo la noche le dio nuevos ánimos.
Al llegar a la puerta, un hombre con un grueso abrigo lo detuvo. Desde dentro surgía el eco de la música y las luces rojas y moradas danzaban al ritmo de los beats.
-Déjame pasar Mikail.
-No, Darren dio órdenes de no dejar pasar a nadie de los tuyos cuando está abierto el bar, Kail.
-¡Maldita sea Mikail!- exclamó - Necesito pasar, DEBO hablar con él o esta noche me muero entre la nieve, por favor, hazlo por mí, habla con él.
El hombre lo miró con ojos de lástima y suspiró.
-Está bien... pero es la última vez Kail, Darren empieza a perder la paciencia contigo.
Sacó el celular de su abrigo y luego de intercambiar unas palabras lo volvió a guardar y le abrió la cadena. Kail entró temblando al Ragnarock, pero antes Mikail le puso una mano en el hombro.
-No te hagas más daño Kail.
-Y un carajo- respondió sacudiéndose el hombro.
Cruzó la puerta. En cuanto entró una sofocante y asquerosa combinación de calor corporal, sudor, olor a alcohol y tabaco lo recibió. Casi todo era una luz roja que hacía parecer a las personas fantasmas que se movían al ritmo de la música. Más bien animales, pensó Kail. Una chica cayó a su lado vomitando, estaba demasiado ebria y drogada para seguir de pie, sin embargo, sonreía, y sus ojos se veían vacíos y perdidos. Se agarró de él y trabajosamente se puso en pie hasta abrazarlo, le besó el cuello y le metió la lengua en el oido. Kail la apartó de un manotazo y la volvió a dejar tirada en el suelo. No tengo tiempo para esto, pensó, necesitaba la dosis. Avanzó entre la multitud sintiendo su pegajoso y caliente sudor mientras se movía entre ellos.
Siguió hasta llegar a unas escaleras al fondo del bar que llevaban a la oficina de Darren, tambaleándose, bajo los 20 escalones mientras la música se apagaba y se oía cada vez más distante, al final de las escaleras caminó por un largo pasillo obscuro, dobló a la izquierda y se encontró en un pequeño vestíbulo con una luz mortecina proveniente de una vieja lámpara en el techo. Ahí, sentado en una silla metálica y viendo una TV portátil, estaba Sergei, el guardaespaldas personal de Darren. Lo conocía bien, en una ocasión vio cómo se quitaba de encima sin problemas a cinco tipos para luego dejarlos tan jodidos que más de uno quedó con secuelas permanentes. Lo mejor era no meterse en problemas con Sergei.
-¿Qué quieres Kail?- preguntó sin apartar la vista de la TV portátil.
-Vengo a ver a Darren, déjame pasar.
Apartó la mirada de la TV, pero sólo para reír ruidosamente, la vena yugular le saltó en el cuello como una víbora. Pasó una mano por su cabeza rasurada, haciendo notar los enormes bíceps y la marcada musculatura con la que contaba.
-Kail, Kail, Kail... sabes que a Darren se le acaba la paciencia contigo. La última vez no le pagaste. Creo que sólo porque le agradas y por los viejos tiempos, pequeño gusano asqueroso, no dejo que te asesinara a golpes esa vez.
-Cállate Sergei, hoy es diferente, traigo dinero. Sólo una dosis más y ya, eso es todo.
Sergei volvió a reir.
-¿Sabes cuántas veces he escuchado eso? "Sólo una dosis más y ya, eso es todo" ¿Aún no lo entiendes Kail?, no hay últimas dosis, siempre habrá una más. Pero está bien, que seas un jodido adicto no es mi problema.
Se paró de la silla, tocó suavemente la puerta y abrió. Le hizo una seña con la mano para que se acercara y cuando pasó el umbral de la puerta le susurró a sus espaldas:
-Eres peor que un perro Kail, eres la mierda de los perros.
La puerta se cerró detrás de él y volvió a sentir las mismas cosas que cada vez que entraba a esa oficina. El olor a cloro, látex y alcohol quirúrgico en el aire, el ambiente tenso y cargado de una extraña electricidad. Un escalofrío lo recorrió.
La habitación tenía paredes lisas y blancas. En el fondo, toda la pared era ocupada por archiveros metálicos e idénticos, a la derecha, un mueble cerrado de madera cubría la mitad de la pared, en el medio de la habitación, estaba un sencillo escritorio y detrás de él, sentado en un sillón de cuero, un hombre delgado y de cabello negro, unos ojos azules como de muerto era lo primero que se observaba en su rostro, para luego apreciar su pequeña y delgada boca, y aunado a eso, una nariz respingada y curiosa. En conjunto se lograba un rostro hermoso pero diabólico, como el de un ángel corrompido por Lucifer.O incluso el mismo Lucifer, se dijo Kail.
A su derecha, de pie y con los brazos cruzados estaba una hermosa mujer de piel clara y cabello castaño, lacio y largo hasta media espalda; su delgado cuerpo estaba cubierta con un vestido rojo que hacía resaltar su figura, en sus bellos ojos verdes había una lágrima queriendo ser liberada.
-Déjanos solos Nina- dijo Darren con su voz suave y aterciopelada.
Ninca suspiro, dio la vuelta y salió por una puerta a la izquierda de la habitación. Una vez solos, los hombres se miraron por un momento, Kail abrió la boca para decir algo, pero en el acto fue callado por Darren.
-Kail, la única razón por la que te dejé entrar es porque Nina estaba poniéndose muy pesada y necesitaba quitarme la de encima, ¿Entiendes?
Kail asintió.
-Muy bien, ya que dejamos eso en claro, dime Kail, qué es lo que quieres.
Kail se quedó parado y sin moverse, tenía la cabeza gacha y fija en el suelo. Respondió con una voz quebrada y casi inaudible:
-Ya lo sabes Darren, por favor, no seas cruel, me siento muy mal.
Darren lo miró a los ojos y le sonrió con unos dientes blancos y perfectos.
-Sí Kail, la gente como tú sólo quiere una cosa- sacó de un cajón de su escritorio una bolsita con un polvo blanco en su interior- esto es lo único en lo que piensan. Al verlo babean como un perro que ve a su dueño acercarse con el plato de comida, qué cómico, podría cambiarme el nombre a Pavlov, a ti sólo te falta mover el trasero Kail.
-Por favor Darren, sólo una dosis, sólo eso necesito.
-Y se puede saber Kail, ¿cuánto dinero tienes?- replicó.
-Tengo 5 libras, es suficiente, por favor, me siento muy mal.
El dolor de cabeza se había vuelto insoportable, además que empezaba a sentir punzadas en el vientre y sus manos temblaban sin control.
-Um... 5 libras, ¿A qué pobre anciana asaltaste Kail?- Preguntó.
-A ninguna.
Las imágenes del hombre que había golpeado la noche pasada para quitarle esas pocas libras vinieron a la mente de Kail. Recordó cómo tronaron un par de sus costillas, pero eso ya no importaba, lo único debía ocupar su mente era la pequeña bolsa que Darren sostenía en la mano.
-Está bien, te daré lo que quieres, pero primero...- dijo sonriendo- primero serás un perro, Kail.
-¿Un qué?
-Un perro, se un bonito perro,¿sabes?, mi madre nunca me dejó tener uno, ahora, se un perro, eso es, así- asintió mientras Kail gateaba por el suelo- muy bien perrito, ahora ladra, ¡Ladra perrito, ladra!
Kail no supo cuánto tiempo estuvo en 4 patas por el suelo, ladrando, aullando, levantando la patita, rodando por el suelo y lamiendo la mano de Darren. Cada minuto lo invadía más y más un dolor esparcido por todo el cuerpo, dolor que dudó fuera solamente por la abstinencia.
Siguió haciendo lo que Darren le decía hasta que ya no le quedaron fuerzas para sostenerse y se tiró, jadeando por la debilidad.
-Sí, eso es lo que eres, un perro que ni siquiera puede complacer a su dueño.
Sintió cómo le guardaban algo en el bolsillo del pantalón y luego los brazos de Sergei que lo arrastraban fuera de la oficina, por el pasillo y subiendo las escaleras. Una puerta se abrió y regresó al infierno de sonidos estridentes, calor y demonios que bailaban, ojos desorbitados y perdidos lo miraban sin ver al pasar entre ellos. Otra puerta se abrió y se sintió lanzado a la calle, su cara se estrelló contra la nieve y se quedó ahí tumbado un rato mientras Sergei hablaba con Mikail algo que él no entendía. Jodidos rusos, maldijo. Tomando aire, se incorporó lentamente y caminó tambaleándose un par de calles hacia el edificio donde vivía antes de caer nuevamente de bruces. Permaneció largo rato tirado en la calle, la nieve sucia se le metía a la boca, el cuerpo lo sentía cada vez más frío y húmedo, los dedos de las manos eran como unas garras heladas, no tardó en dejar de sentir las piernas, todo giraba a su alrededor. Con sus últimas fuerzas se arrastró a un callejón y se quedó dormido ahí, pensando en que al menos tenía su dosis en el bolsillo.
Un par de perros salieron de entre la basura del callejón. Poco a poco se fueron acercando, uno de ellos olfateó a Kail y le dio un mordisco en la mejilla, masticó lentamente y luego volvió a morder. El otro perro lo imitó.
Esa noche comieron hasta saciarse.

chiken´s burguer

-Chiken´s burguer, aquí está su orden.
-Wey, ya llegó tu comida.
Beny vio la asquerosa y grasienta hamburguesa que la mesera llevaba en una placa de metal. Odiaba el pollo, pero la chica era demasiado bonita y como pretexto para verla más de cerca había ido a pedir esa porquería de hamburguesa. Intentó agarrar la placa pero no pudo, ella la sostenía firmemente entre sus manos. Sintió cómo su corazón se aceleraba y oía las risas de los demás a sus espaldas.
-¿Qué mierda estás haciendo wey?, ¡Agarrala!
-Pero no puedo...
La chica se le quedó viendo con una cara que le hizo sentirse el mayor idiota del mundo. Jaló la placa más fuerte y ella siguió sin soltarla. Las risas se hicieron más fuertes y en un pequeño ataque de nervios gritó:
-¡¿Qué hago, qué hago?!
Entre carcajadas uno de sus amigos le dijo:
-¿Pues qué más?, ¡Agarra las cosas de encima imbécil!
Beny quitó la hamburguesa de la placa y la chica se fue con una sonrisa a punto de explotar en su rostro. Él se quedó con la comida entre las manos, sintiendo la cara roja, las carcajadas y los "pendejo" de sus amigos.
-Puta torta...- dijo botando la comida a la mesa.
-¡Es una hamburguesa idiota!- gritó uno.
Las risas se hicieron más fuertes.

domingo, 19 de junio de 2011

Y bueno, al parecer ya escribí 100 porquerías, dudo que alguien las haya leído todas, pero qué importa (a mí me importa, joder).

lunes, 13 de junio de 2011

Es curioso cómo en estos días la expresión "se está muriendo de amor" toma una connotación tan retorcida.

domingo, 12 de junio de 2011

ring ring...

-¿Madre?, oye soy Fer, sí, sí estoy bien, estoy aquí en Soriana con mi mujer y... no sabemos qué comprar, jajaja, es la primera vez que venimos juntos y no tenemos mucha idea de qué llevar.¿Qué?, sí, ya habíamos venido antes a comprar... pero pues nos llevábamos puro pan y Nuttela o cosas así... aja, aja, verduras, aja, ¿medio kilo?, ok, leche, huevos, aja, ¿cuánto de carne?... pues no se... creo que comemos como 3 veces a la semana carne, aja, aja, papel de baño, aja, mjm, mjm, ok. Gracias madre, paso a la casa mañana a llevarme lo que queda de mis cosas, sale, adieu...
Click.
Y mientras escribo esta carta que sabes es para ti, espías detrás de mi hombro y sonríes al ver esto que acabo de escribir, es curioso, ¿no crees?, saber que esto que escribo ahora mismo es para ti pero tú ya lo estás viendo. Y a la vez no me puedo concentrar porque me respiras en el cuello, y maldito desgraciado ahora lo haces más, es imposible escribirte algo si me estas respirando así en el cuello. No, no me muerdas la orejaaasdf... maldito, mira lo que hice, sabes que no soporto que me muerdas la oreja. ¿Sabes?, si sigues haciendo eso se me van a quitar las ganas de escribirte algo y me voy a querer hacerte otras cosas... ja!, deberías ver la cara que pusiste, ¿ves lo fácil que es engañarte? Creo que te dolió que dijera eso, te fuiste indignado a la cama, pero realmente ya no tengo ganas de escribirte nada, mejor voy contigo a que me muerdas la oreja. Te amo

encallado

Siguiendo tus pasos de heriofántides me hundo más y más en estas aguas extrañas. Las carenas sobresalen entre las olas y de ellas los recuerdos de tormentas que causaron esas desgracias. Tus tormentas, mis tormentas, eres mi tormenta.

miércoles, 8 de junio de 2011

inconformidades

Y es más bien una necesidad intrínsecamente intrincada en lo inmenso de la clásica insaciedad de mi inconforme naturaleza que me trae en la inanición emocional, la cual, desde un tiempo ya indefinidamente largo me ha hecho andar dando tumbos y se va lenta e inexorablemente transformando en una intratable y crónica des-esperación por tus ya inexistentes muestras de cariño hacia mí.