Él lloraba amargamente, yo le daba palmaditas en la espalda y guardaba silencio. Quería decirle que no sufriera, que comprendía su sentimiento.
Apenas hace unas horas había descubierto que Ella ya andaba con el maestro de francés. Le tuve que decir. Comenzó a llorar suavemente, como un niño cansado que no sabe si seguir sollozando o dormir.
Tranquilo amigo, sé cómo te sientes, tus dolores, sé cómo la querías, cómo la amabas.
Sufro al ver cómo la recuerdas, cómo deseas abrazarla, verla sonreír de nuevo, bañarte en su risa espontánea y pacífica, mirarla a esos ojos suyos almendrados y hermosos como la locura, atrapar su cabello entre tus dedos y jugar con ellos, tocar levemente su piel para des-encadenar un escalofrío por su cuerpo, saber que estás a su lado y que Ella lo está también.
Ir a su casa y platicar largas horas, ver una película y no verla por su risa , quedarse acostados en un parque escuchando música y viendo a las personas pasar, tener esos juegos que sólo ella entiende y que sólo a ella le dan gracia, saber que hay alguien que te escucha y que te entiende, que hay alguien a quien no le importa si te quedas callado, que te da un beso cariñoso en la mejilla en el momento menos esperado, esperar largas horas su aparición en el internet para seguir hablando, sí amigo, sé como te sientes, sé cómo la amabas... lo sé.