sábado, 20 de noviembre de 2010

Las pre-disposiciones


Surgió de entre los arbustos y me llené de pánico: nariz enorme, cabello grasoso y sucio, rostro horrible, dientes grandes y disparejos, aspecto hosco y hostil; todo un monstruo. Caminó hacia donde estaba y se sentó en la banca de a mi lado, sus ojos inyectados enfocaron los míos.
Quise correr, pero parecía no querer hacerme daño. Aun así pensé: "Debe ser extremadamente cruel", "tiene que alimentarse de sus víctimas vivas para estar satisfecho", "es un des-piadado, des-almado, des-humano".
Volvió a mirarme, lucía nervioso.
"Es una horrible criatura", "sólo se dedica a destruir a las personas, eso hacen siempre", "tomará mi dinero".
Miró su reloj y tamborileó en la banca.
"Es un perezoso"
Estaba a punto de decir la última verdad de él, "un rufián", cuando una mujer se le acercó.
Al monstruo se le iluminó el rostro, la hilera de amarillos dientes apareció en una mueca de alegría, la sangre amontonada en su morena y curtida piel. Un mar de amores y alegrías surgió de él. Se paró de la banca y la abrazó fuertemente para luego darle un beso en la frente.
Se fueron tomados de las manos.
No era un monstruo a final de cuentas. Volteé a mirar las palomas del parque y me arrojé sobre una para devorarla.

No hay comentarios:

Publicar un comentario